Mi
paso por 
primaria 
Mamá,
mamá,-dije yo, Celia, antes de bajarme de el 
coche-. ¿tú crees que
haré muchos amigos, seré buena, y no tartamudearé 
mucho? -dije,
con voz temblorosa, inocente y miedosa, antes de 
bajarme del coche
para llegar a tiempo a mi deseoso Primer Día 
De Cole.- Tú
tranquila, Celia, que todo va a salir muy bien. -dijo 
mi madre
sonriente, mientras me quitaba el cinturón. ¡Sí, tú 
tranquila,
que si te pasa algo, yo estaré ahí, -dijo mi hermanita 
con voz de
heroína,- además, ya conoces a Manolo, que tú ya lo 
conoces,-
continuaba hablando, mientras me daba fuerte la mano, 
¡incluso ella
estaba nerviosa!-, también conoces a Álvaro y 
Candela,¡que los
conoces desde la guardería! Bueno, un besito, 
pasatelo muy bien
Celuki, y tú petarda, estáte quieta ya, y dame 
un beso. -terminó
diciendo mamá, la que tenía los ojos llorosos de 
la emoción.- Me
puse en la fila del patio principal, mi próximo 
patio, y me puse a
charlar tímidamente con, en ese caso, mi único 
y mejor amigo,
Manolo. Tocó la campana, y todos nos pusimos en 
fila india. Yo era
la quinta, así que nos pusimos en marcha. Casi 
todos, nos
tropezábamos con las maletas de Los Looney Toones, 
Barbie, Hello
Kity, Cars...¡Fue una esperiencia fabulosa e 
inolvidable. Al llegar
a clase, dejamos las maletas en la percha, y 
nos pusimos a comentar,
no, a chillar las locuras más locas que 
habíamos hecho en el
verano. Nos dedicamos a eso hasta el 
recreo, que comíamos en clase y
salimos al recreo, que nos 
dividimos en varios grupos: los frikis,
los matones, los delicados, 
los artistas, las pitiminís, (que son
los más populares) los listos y 
los normales. Yo estaba en los
artistas. Al terminar el recreo, 
volvimos a clase, y empezamos a
dibujar con la señorita Pilar. 
Cuando tocó la campana otra vez,
esta vez para irnos a casa, 
cogimos las  mochilas mochilas, y salimos
alboroteando. ¡Un día 
inolvidable! A, por cierto, entramos en el
colegio Juan XXIII, en 
2008, y bailamos la del trenecito, ¡cada uno
se disfrazó de lo que 
quisiese! ¡Un día inolvidable!
¡Silencio!
-dijo la señorita Pilar- A ver, vamos a empezarlos 
clases, Juan,
¿Cuánto eran dos más dos? - preguntó Pilar, 
dispuesta a empezar
el curso de infantil de cuatro años bien.- 
Mmmmm... ah, ya lo sé,
es 22. ¿Cómo? -dijo la señorita Pilar 
furiosa.- ¡Uy! 
Perdón es
cuatro. -respondió Juan miedoso.-La
semana que viene, 
nos van a hacer las pruebas del oculista, darle
estos papelitos a 
mamá y a papá.- Anunció emocionada la señorita
Pilar.-
¡Hola
niños! Yo soy la que os va a hacer una cosita en los ojos. 
-dijo la
oculista satisfecha, y lista para empezar ya.- Y me llamo 
María
Fernández Matute. Bueno, esto es como un juego, os 
explicaré las
reglas: Vosotros sois robots, y estáis estropeados, 
  
así que os
tendré que reparar. Por número de lista, uno por uno, 
vais a ir a
la biblioteca sin que os vea nadie, allí estaré yo, y os 
repararé,
pero después tendréis que ir en silencio a vuestra clase, 
¿vale?
-terminó diciendo la oculista divertida.- Bueno, me voy ya 
a la
biblioteca. Yo estaba un poquito nerviosa, porque...¡quien sabe 
lo que te puede hacer!
Al
cabo de semanas, fue la graduación. Me vestí con una pasada 
rosa
fucsia con purpurina azul, un gorro rojo, una especie de 
bambo rojo,
una camisa blanca, una falda vaquera y unos zapatos 
rojos. ¡Me lo
pasé genial!
Buenos
días chicos y chicas, yo soy Manoli, y yo voy a ser vuestra 
tutora
para todo el curso de primero. -Anunció distraída.- 
Yo
estaba un poco nerviosa, porque, como no, tartamudeaba 
mucho. Al cabo
de meses, Manoli se dio cuenta de que yo 
tartamudeaba, incluso un día
me llevó a unos refuerzos para no 
tartamudear.
  
Cuando
terminamos el baile de fin de curso, le cantamos a los 
padres la
canción “Mi corazón está colgando en tus manos”. ¡Nos 
salió
genial!
No
me acuerdo muy bien de cuando entramos en segundo. Repitió 
mi amigo
Rafael Pérez Díaz, Rafiña para los amigos, y todo 
empezó así:
¡Qué mayores estáis! Yo voy a ser vuestro primer 
tutor, además de
ser hombre, también siendo calvo. Todo el 
mundo se rio, incluso él.
Bueno, como ya sabéis, cada uno en 
vuestra mesa, tenéis un lápiz,
una goma, un sacapuntas, la agenda, 
un paquete de rotuladores gordos
y finos, otro paquete de 
lápices alpino de colores, una tijera, una
caja para que lo metáis 
todo y un fiso. -dijo impaciente de empezar
las clases.- Se 
levantó y fue repartiendo el horario de clases.
Llegó
carnavales, y se disfrazó de payaso, ¡hicimos una canción
de carnaval, y se la cantamos a los padre y madres en el gimnasio! 
¡Fue
genial! Hicimos muchas otras canciones y excursiones.
Empezó
tercero, en el año 2014. Nuestra profesora, era Toñi, 
pero en
realidad se llamaba Antonia. Tenía el pelo corto, rubio y 
liso, los
ojos azules, la nariz chica, la boca siempre la tenía seca y 
grande,
el cuello era corto, era muy bajita... Le estoy 
describiendo, porque
todo los días describíamos a alguien o 
algo,¡Nos lo pasamos
fenomenal en tercero! Y hacíamos muchos 
trabajos.
Tenemos
que hacer el examen inicial, porque todavía estais en 
tercero. -Fue
la oración que escuchamos tras un caluroso y largo 
verano-. Así
que, tomad estos folios, y haced los ejercicios. Esto 
es una
pesadilla, ¡el infierno! -pensábamos.- ¡Era broma! -dijo en 
tono
graciosa.- Ja ja ja -dijimos todos,- qué gracia -gritamos, no 
muy
contentos de la broma.- Pero bueno, al fin y al cabo, ¡era una 
broma!
En
quinto vino un profesor llamado Benito, Beni para los amigos. 
Al
principio costaba entender el camino por donde quería andar, 
porque
a veces nos tropezábamos, otras encontrábamos dinero. 
Muchas veces,
trabajábamos con los ordenadores, otras veces 
hacíamos trabajos...
Ya
sé por donde es el camino. -pensé,- primero, tenemos que 
  
pasar por
“El bosque de los Bebés”, y después, “Una isla 
aburrida”. ¡Lo vamos a terminar dentro de nada! -me decía, 
mientras me
esforzaba en el examen de verbos del miércoles.- 
Se acabó el
tiempo, -farfulló Benito- esta fila de aquí, recoge los 
controles
por orden de lista. A la mañana siguiente, nos fuimos a 
Madrid. ¡Nos
lo pasamos mejor que nunca! ¡De miedo!